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lunes, 21 de mayo de 2012

“VIEJO” LA CALLE ES SU LUGAR


Por: Javier Romero

Ha trajinado mucho por la vida,  nadie sabe cuanto con exactitud,  pero se le ve cansado;  como un anciano resignado a su destino,  como un soldado retirado sin honores,  solitario sin hogar.
Lo llaman Viejo, vive en la calle. Nadie recuerda cómo  apareció  allí; en la primera cuadra de Bolívar, junto al portón  de una cochera y decidió hacer de ese lugar su territorio. Dos buenas vecinas al principio le acomodaban  cartones bajo el dintel de una casa;  finalmente   le mandaron a construir una casita de madera; una de ellas lo alimenta día a día.
Viejo   echó raíces en este lugar; no se mueve del que considera su territorio. Alguien intentó llevarlo a un sitio mejor pero regresó para seguir siendo el centinela y  monarca de su propio reino callejero. 
Una mañana la cuadra se lleno de obreros  de cascos anaranjados y chalecos fosforescentes. Destrozaron la vereda  a golpe de combo y taladro; el ambiente era caótico, infernal. Viejo les dio  licencia para continuar, pero cuando se inauguró la obra, la  reclamó  para si. Le reinstalaron su casa en plena vereda, encadenada al poste; porque en estos días hay quienes no respetan la propiedad ajena, ni aun la de un perro  sin hogar.
 Ahora hay una amenaza sobre su vida.  Alguien presentó una queja a la delegación policial porque, “Viejo”  le mostró los colmillos con agresividad; como lo hace con   quienes no le inspiran confianza; aunque no ha mordido a nadie hasta la fecha.   
Tal vez un día de estos ya no lo encuentre; tal vez dejen solo su casita de centinela vacía;  tal vez no haya testigos de su destierro y sólo el ruido citadino de coches y bocinas que aturden, me devuelvan a la cruda realidad, en esta ciudad donde ya empieza a calar  los huesos el invierno.  
Veo las grises nubes y  las figuras de muchos perros como guardianes del cielo; pienso en el Viejo, en su vida, en su pasado nebuloso y en la vida mía y  en las nubes de mi propia historia; en  mi propio destierro sin cronograma cierto. En esa casa en un árbol  que nunca tuve;  en mi alma vacía y silente de perro callejero. Tomo un café hace frío.