Perros y Perros Perra de mi vida ~ Perros & Perros

domingo, 2 de marzo de 2014

Perra de mi vida


Beto Ortiz, periodista
Hoy les presento, un artículo escrito por el periodista peruano, Beto Ortiz, entrevistador de televisión, conductor de programas de entretenimiento, columnista del diario Perú 21, entre otras cosas. Fue, es y será un personaje controversial, su estilo a veces no gusta mucho, ha aprendido a vivir, diciendo y haciendo cosas que escandalizan, y se gana los frejoles a veces, con el morbo de la gente; pero también es un buen entrevistador político.  Hoy encontré este artículo, que habla de su amor por los perros, pero especialmente de su fervor por alguien, a quien él llama, perra de su vida, con mucha razón.


 PERRA DE MI VIDA

 Beto Orttiz (Columna Pandemonio, Diario Perú 21)
Nikita se llamó mi alma gemela. Una siberiana. Mi compañera por 12 años. La perra de mi vida. La noche que murió no tuve vergüenza de ir llorando por los pasillos del canal. Le dediqué el programa. Le escribí una carta. La enterré en mi jardín. Hey Nikita, is it cold in your little corner of the world? Desde niño he sentido que los perros son mis hermanos, la gente no. Tengo cinco perros y ningún hijo. Me acuerdo, Nikita, que fue un niño medio gordito el que, una noche de verano, se me acercó para ofrecerte en venta, metiendo tu cuerpecito esponjoso por la ventanilla de un auto rojo y pacharaco que yo manejaba y al que tú no tenías ninguna gana de subir. Me acuerdo que le entregué feliz el billete de cien dólares que pedía por tu rescate y te acomodé despacito en el asiento del copiloto que, como de costumbre, estaba vacío. Por primera vez en tu vida y en la mía, me miraste con esos preciosos ojos azules en los que tantas veces en esos doce años de dulce compañía encontré tantas respuestas que la gente no tenía. En ese momento, no imaginaste que acababas de encontrar al hombre de tu vida, que dormiríamos juntos miles de noches, que viviríamos juntos miles de aventuras que nos llevarían hasta los lugares más insospechados, que apareceríamos juntos hasta en las portadas de las revistas. La vieja canción de Elton John todavía me agarra el bobo: I’ll never know how good it feels to hold you, Nikita, I need you so. No imaginaba entonces que, a tu lado, abrigado por el peluche de tu amistad, iluminado por tu locura, tu elegancia, tu achoramiento y tu alegría, los días más duros se me harían más facilitos de roer.

 Se puede tener un solo gran can así como solo se puede tener un gran amor en esta vida.
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhr_3qol_CqIARJREtrfrtv1N4vRuNTnAYC3F9b4l7dV5uHmWqlIn_2tnUTB_u1Rh3npgXlj-ynMEK33Yo40B07y1E9tQV_22FGnKcd7378lA7EqsVsAYWph69NT08g1toYhP8sZvAEMQ4/s1600/perro+1.jpgFiona sale sola toditas las noches. A la hora de apagar las luces y cerrar las puertas, la dejo en libertad. Apenas coge calle se larga a galopar por el medio de la pista. Corre y corre como si huyera, enloquecida, desbocada. Como una yegua. Aunque yo siempre le digo “el caballo” porque no parece perro, tampoco hembra. El caballo es alto, musculoso y patilargo. Extraño injerto de bóxer con pastor inglés. Le abro el portón del garaje y hasta el río Rímac no hay quién la pare. Así de ruda es la Fiona, perra de chacra, rústica, tarmeña. Me la regaló mi amigo, el dueño de la Hacienda La Florida, me la entregó chiquitita como una cuyecita, nadie habría imaginado que se convertiría en este caballo salvaje algún día. Fiona. Parece que el nombrecito resultó profético: se convirtió en ogra gigante, en monstrua. Cuando, a la mañana siguiente, la encuentran persiguiendo gallinas ajenas o chapaleando en las acequias, leen la placa que le cuelga del pescuezo y me la traen de regreso, toda agitada y sucia, como una loca de la calle detenida. Se toma una batea de agua, derriba algún florero de un coletazo y se echa panza arriba a esperar que llegue la noche para volver a mandarse mudar.

La casa le queda chica a la Fiona, pate’perro, la vida le queda chica. Al sinvergüenza de Bronx, en cambio, por dárselas de avezado y escaparse entre las rejas, lo atropelló un mototaxi. Es un pug rechoncho y paticorto. Tampoco se ve muy perro que digamos. Y, como respira ahogándose, como asmático o Darth Vader, parece que siempre estuviera haciendo “oink, oink”, por lo que yo me refiero a él como “el cerdito”. Aunque es de raza y tiene pedigree, a él tampoco lo compré, me lo regalaron hace años, como souvenir, por haber asistido de invitado a un emotivo show de Laura Borlini. Cuando el moto-car le pasó por encima creímos que Bronx allí nomás quedaba pero, increíblemente, no murió, solamente perdió el ojo derecho. Iba a escribir “el ojito” pero si algo distingue a los pugs es que son tan ojones que, a la menor bronca, lo primero que se les daña es eso, aunque su carita –casi mascarita- negra la baraja bien y casi ni se le nota y hasta creo que volverse tuerto le ha acentuado la pinta de granuja gordo en perenne crisis respiratoria.
http://www.expreso.com.pe/sites/default/files/imagecache/RedimensionDetalleNoticia/images/noticias/2012/07/17/32-1_1.jpg
No contento con semejantes ejemplares, también he adoptado un par de chuscos forajidos: Papi y Charly. Charly es un anciano cascarrabias y Papi, un perro capón de mercado. De lejos, Charly parece un Golden Retriever, pero de cerca, es solo un Charly mestizo y macetón con parte del lomo pelado porque algún fumón le arrojó sabe Dios si pintura, aceite o brea. Papi apareció en un aviso gratuito del diario buscando papi así que, en un arranque de locura fui y lo rescaté de uno de esos albergues en los que algún fan de Francisco de Asís convive feliz con doscientos perros callejeros y mil millones de pulgas. Como nunca se ha orinado en la casa, sabe usar perfectamente el ascensor, conoce la sección juguetes de la veterinaria y se echa a mis pies sin estorbar durante todas las horas que me tome acabar estas cosas que escribo, yo sospecho que el educadísimo Charly, en su otra vida, debe haber convivido con personas mayores que quizá un día lo botaron porque se volvió, precisamente, un viejo renegón y desdentado, un demente senil que, cuando –por ninguna razón- se raya, te desconoce y te clava en la mano las cuatro muelas que le quedan. También atropellado alguna vez, mil veces pateado, otrora escuálido, carachoso y sufridito como ninguno, el hoy rozagante Papi se distingue, desde lejos, por el tumbao que tienen los guapos al caminar. Ninguno se alegra más ni salta más alto que Papi cuando llego. Será porque no se ha olvidado de sus complicados orígenes pero estoy convencido que no hay chusquito más elegante y más leal y más bueno y más agradecido.

Pero a pesar que todos ellos son magníficos perros…o, mejor dicho: Perro a pesar de eso, no puedo evitar sentir que ni Papi ni Fiona ni Charly ni Bronx han dado la talla. Ni siquiera los cuatro juntos. Que me perdonen, (si leen esto), pero me ocurre con Nikita lo que a algún@s les pasa con ciert@s ex. Que cuatro amantes juntos no hacen un amor. Que los que vienen después siempre serán “los otros” porque, por más que te esfuerces, nunca es igual, nada es lo que era. La perra de mi vida sigues siendo tú, Nikita, princesa siberiana. Seguirás siendo uno de mis seres favoritos. Nunca mentiste, nunca traicionaste, nunca heriste. Cuando te cargué por primera vez cabías en la palma de mi mano y entonces no imaginaba lo que ahora –que sigo huérfano de perro- sí entiendo: que lo que acababa de entrar en mi vida no era una simple mascota, sino la hermana que nunca tuve, la hija que nunca tendré y, al mismo tiempo, la novia guapa e imposible, la perfecta compañera que tanto necesitaba el cuadrúpedo que soy, este mamífero domesticado, este completo animal que sube, noche tras noche, a la azotea para aullarle a la luna. Para que, cuando me escuche a lo lejos, la ciudad completa escuche a este viejo can que te extraña malamente, que olfatea en vano el aire y ya se las huele, que sabe que sin ti se ha vuelto a quedar solo como un perro.


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